Muchos pacientes llegan a mi consultorio con esta frase: "Es que tengo mi autoestima muy baja" o "no tengo autoestima". Y es más común de lo que pensamos. Muchas veces podemos ver a alguien muy seguro de sí, pero si exploramos un poco más a fondo, probablemente esa persona tenga más miedos o inseguridades que tú. Entonces, para poder entender mejor a qué atañe esta palabra que tiene tanto impacto en nuestras vidas a nivel consciente e inconsciente, vamos a hacer un pequeño recorrido por nuestra infancia. ¿Recuerdas tus habilidades, tus fortalezas, tus necesidades, y tus debilidades, cuando apenas eras un pequeño de 8 o 10 años? Probablemente no todas, más si puedes recordar que eras muy bueno en algún deporte o en alguna materia del colegio. Entonces a qué se debe esta pregunta. Siempre digo a los padres, que somos nosotros, los encargados de proveer esta importante herramienta a los hijos: La famosa y añorada, Autoestima. La Autoestima no es perfecta, ni alta, ni baja, está en construcción constantemente, y eso se logra cuando las experiencias nos ponen a prueba. Sólo cuando hemos pasado por dificultades que llaman a lista a la Autoestima, es cuando nos damos cuenta de lo estructurada que está. Probablemente nos podemos sentir muy fuertes y seguros en muchas situaciones o con ciertas personas, pero conscientemente no lo somos en todo. Por eso, es que la tarea empieza desde pequeños, en donde nuestros padres, son quienes validan, refuerzan, y complementan los elementos de la Autoestima. Y bueno, ¿eso cómo se hace?. A continuación, voy a detallar el proceso:
Hacerle ver sus fortalezas: Desde pequeños, nuestros hijos nos muestran precisamente sus fortalezas, sus debilidades, sus necesidades y sus habilidades. Ese es el primer paso, ayudarle a que evidencie en qué es bueno, qué le gusta, qué le apasiona, qué habilidades innatas tiene; como pintar, bailar, la lectura, la escritura, algún deporte, etc....
Hacerle ver su potencial diferenciador: Posteriormente, se hace necesario que ellos mismos evidencien su valor diferenciador con respecto de los demás, es decir, en qué se diferencia, y en qué es único. Estoy convencida de que cada ser humano, es como cada estrella del cielo, todos tenemos la misma estructura, pero cada uno, brilla con luz propia.
Hacerlo valer y respetar: Además de reconocer nuestras fortalezas, de entender nuestro factor diferenciador, es necesario hacerlo valer y respetar. Allí es donde empieza a ponerse a prueba nuestra Autoestima, pues si me conozco, sé mi valor, pero además lo hago valer, probablemente sea un Autoestima mucho más fuerte, lo que nos impulsa a conseguir nuestras metas.
Aprender de las caídas: Tengo otros pacientes con problemáticas de tolerancia a la frustración y peor aún, con el horrible miedo al fracaso. Y eso probablemente, es porque desde pequeños, no se nos enseñó cómo superar las pérdidas, cómo valorar objetivamente cuando perdemos, pero, además, cómo buscar soluciones sanas por nuestros propios medios; más aún, con nuestra necesidad competitiva de querer ganarlo todo. Por eso, es que nos cuenta ser resilientes, el efecto rebote o como decimos comúnmente, la capacidad de levantarnos y volver a empezar. Pero precisamente para eso, se necesita la plena convicción de conocernos, y saber de qué somos capaces, llevando siempre en nuestra mochila, nuestras habilidades y fortalezas.
5. La suma de todo: Un paciente de 23 años, con el que estaba realizando un proceso, me decía que quería trabajar primero, sus habilidades sociales. Le pregunté, qué me dijera que es lo que se pone a prueba en el relacionamiento con los otros, y me contestó, que era el exponer sus ideales, pensamientos, y forma de interactuar. Entonces, le dije que precisamente las habilidades sociales, eran el resultado de trabajar primero en su Autoestima, ya que, para llegar a este gran momento, debía llevar la confianza en sí mismo, la seguridad, la convicción, y sobre todo, la tranquilidad de saber tolerar el rechazo.
Si ahora eres adulto y sientes que te cuesta relacionarte un poco, puede ser que debas explorar cómo está estructurada tu Autoestima. Recuerda que ésta se va reforzando al pasar de los años, y de las experiencias que nos ponen a prueba.