El otro día me vi tecleando esta frase: escribo todo. Quería resumir de alguna forma lo que hago y lo que me apasiona. De pronto me detuve a analizarlo con más calma y, sí, así es el mundo de la escritura, todo resulta un estímulo, un cuento en potencia, una semilla para crear, escribo todo, concluí.
Escribo lo que me pasa, soy obsesiva del diario. Escribo cartas que no siempre entrego y algunas otras que sí. Todo eso me ayuda a regresar a mi mundo del que luego me ausento por la propia fantasía de la escritura donde relato mis ficciones (que muchas veces no está tan alejado de mi biografía) y las del mundo. Eso que no fue, la dramatización de una situación que observo en la calle, vidas que me hubiera gustado vivir, los hubiera del pasado y las fantasías del futuro.
Eso hace que los escritores tengamos una libreta o un archivo con historias a medio hacer, con ideas que nunca pasarán de ahí, pero que al menos nos obligan a sembrar la semilla y a no perder el hábito de observar para luego escribir. Otras ideas sin dudas pueden ser la próxima gran novela o el detonante de un buen personaje. Hay que escribir todo, uno nunca sabe en qué se convertirá, que detonará, que trasmutará.
Escribo todo: seguí dándole vueltas a la idea porque me di cuenta que de alguna forma responde a una cuestión que ronda por mi cabeza últimamente. Escribo literatura infantil, amo la idea de crear mundos inexistentes donde los árboles o el Sol hablen, me río un montón y me divierto.
También escribo novela, hace unos meses por fin terminé mi primera obra que no tiene nada que ver con el público infantil, es una especie de novela psicológica con algo de drama. Hasta ahí puede ser «normal», muchos escritores se especializan en un género, pero otros no. Sin embargo, de pronto me invitaron a un proyecto a escribir literatura erótica. ¡Pum!
Mi cabeza explotó porque me vi en un mundo que jamás creí experimentar, pero además me di cuenta de que es fascinante, divertido, retador, liberador. Un amigo me dijo que me pensara si debo tener un pseudónimo jeje. No lo sé, aún no es momento de pensar en ello.
Solo puedo concluir que esa idea que vino a mi cabeza, escribo todo, no puede ser más cierta. Solo puedo pensar que quiero seguir escribiendo si es tan divertido como lo es hasta ahora, si logra, aunque sea unos minutos, sacarme de este mundo para inventar otros.
Escrito por Lucía Zamora